Antonio Molina Hoces (M�laga, 9 de marzo de 1928 - Madrid, 18 de marzo de 1992), naci� en M�laga en el seno de una familia muy humilde. Pronto tuvo que ponerse a trabajar repartiendo leche con un burro, guardando cochinos, y m�s tarde de ayudante de camarero en M�laga capital. Deseando salir de aqu�l panorama oscuro que presentaba la Andaluc�a de aqu�l entonces, en cuanto termin� la mili se march� a Madrid, d�ndose a conocer en un concurso para noveles, que convocaba Radio Espa�a.
Gan� el primer premio y le surgi� su primer Contrato para grabar un discoen La Voz de su Amo, por el que le pagaron la cantidad de algo m�s de cien pesetas. Entre los temas que compon�an el disco estaban: El macetero y El agua del avellano, que bien pronto se fueron haciendo populares entre el gran p�blico, que escuchaba las emisiones y programas radiof�nicos de discos dedicados, y le abrieron las puertas del �xito que siempre hab�a pretendido en la canci�n.
Ya el a�o 1952, mont� su propio Espect�culo �As� es mi cante�, en el que llevaba las mejores figuras de la Copla y el Cante, y con el que abarrotaba Teatros y Plazas de Toros, con su voz prodigiosa y un falsete que prolongaba hasta l�mites insospechados.
Rod� su primera pel�cula, �El Pescador de Coplas�, con Marujita D�az, en la que cantaba: Adi�s a Espa�a, rodada en Sanlucar de Barrameda. Qui�n no recuerda la escena de la despedida del gran vapor con rumbo a las Am�ricas, y Antonio cantando:Adi�s mi Espa�a querida/ la tierra
donde nac� / bonita, alegre y garbosa/como una rosa de Abril. / Aay, Aay, Aay, Voy a morirme de pena viviendo tan lejos de ti.
Tras el �xito de su primera pel�cula rodar�a: El Cristo de los Faroles, La Hija de Juan Sim�n, Esa voz es una Mina, Caf� de Chinitas, Malague�a, y Puente de Coplas, (en el que rivalizaba con Rafael Farina), entre otras muchas pel�culas.
Fue creador de un estilo propio de cantar Copla, bas�ndolo sobre todo en la melod�a de su voz cristalina y el portentoso aguante de pecho, que rozaba el minuto en algunas ocasiones. Nos dej� grandes versiones de canciones para los anales de la historia de la Copla: La Estudiantina, Una Paloma Blanca, Mar�a de los Remedios, Soy Minero, El Agua del Avellano, La Hija de Juan Sim�n, El Cristo de los Faroles, Malague�a, Yo quiero ser Matador; y un sin f�n de t�tulos que han sido evocados por muchos de sus admiradores, ya que ha sido uno de los int�rpretes m�s imitados por los buenos aficionados.Ahora que tanto se habla de m�sica fusi�n y de mezclas en el flamenco y la canci�n, nos toca escribir sobre una de las primeras figuras que impuso su estilo musical, un poquito de flamenco y m�s de copla con sabor a Andaluc�a.Se mantuvo en la cima hasta finales de los sesenta, siempre en loor de multitudes, pero su voz y su extraordinario pecho sucumbieron castigados por tantos excesos y por la entrega que hac�a en todas sus actuaciones ante el gran p�blico.
En la actualidad, cuando artistas (a veces en espacios reducidos) exigen grandes cantidades de watios de sonido, monitores, retorno, inal�mbrico, etc., que solo hablando se escucha a medio kil�metro; me acuerdo de aquellas figuras como Antonio, El Pinto, Valderrama, y otros, que cantaban en Plazas de Toros, a pulm�n abierto, con solo la ayuda de un incipiente micr�fono y dos bafles peque�itos.
A�n no se hab�a inventado el fraude de los Play back. Ah� no hab�a trampa ni cart�n. O se tenia voz, o no se escuchaba en los extremos. Y menuda te la armaban si despu�s de haber pagado la entrada, te quedabas a medias. Lo m�s seguro es que si cobraban, no lo hicieran en met�lico.
Antonio Molina, adem�s de un gran artista, fue un gran padre de familia numerosa (casi todas sus hijas e hijos son artistas). Fue tambi�n excelente persona, amigo de sus amigos. Cuentan que en su casa de Madrid, siempre estaba la mesa puesta y la cocina funcionando, para las amistades que pasaran por all� como si fuese una fonda.
Un d�a de Marzo, a punto de entrar la primavera del a�o ol�mpico, se fue para siempre Antonio Molina, dej�ndonos el legado incomparable de su cristalina voz, su sonrisa de ni�o travieso y sus portentosas facultades para mecer la voz con aqu�l falsete que por m�s que lo imiten, nunca se podr� igualar.
Autor: Culebra