Letra de Primera Evocacion - Pedro Guerra
Letra de canci�n de Primera Evocacion de Pedro Guerra lyrics
Recuerdo bien a mi madre.
Ten�a miedo del viento,
era peque�a de estatura,
le asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temi�ndolas
de lejos,
desde antes de la �ltima ruptura
del Tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.
Recuerdo que yo no comprend�a.
El viento se llevaba
silbando
las hojas de los �rboles,
y era como un alegre barrendero
que dejaba las ni�as
despeinadas y enteras,
con las piernas desnudas e inocentes.
Por otra parte, el trueno
tronaba demasiado, era imposible
soportar sin horror esa estridencia,
aunque jam�s ocurr�a nada luego:
la lluvia se encargaba de borrar
el dibujo violento del rel�mpago
y el arco iris pon�a
un buc�lico fin a tanto estr�pito.
Lleg� tambi�n la guerra un mal verano.
Lleg� despu�s la paz, tras un invierno
todav�a peor.
Esa vez, sin embargo,
no devolvi� lo arrebatado el viento.
https://www.coveralia.com/letras/primera-evocacion-pedro-guerra.php
Ni la lluvia pudo borrar
las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atr�s qued� definitivamente
muerto lo que fue muerto.
Por eso, y por m�s cosas,
recuerdo muchas veces a mi madre:
Cuando el viento
se adue�a de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja
un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y l�vida.
Cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carb�n y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las br�julas;
Y, sobre todo, cuando
la guerra ha comenzado,
lejos, nos dicen, y peque�a,
no hay por qu� preocuparse,
cubriendo de cad�veres m�nimos,
distantes territorios,
de cr�menes lejanos,
de hu�rfanos peque�os.
Ten�a miedo del viento,
era peque�a de estatura,
le asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temi�ndolas
de lejos,
desde antes de la �ltima ruptura
del Tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.
Recuerdo que yo no comprend�a.
El viento se llevaba
silbando
las hojas de los �rboles,
y era como un alegre barrendero
que dejaba las ni�as
despeinadas y enteras,
con las piernas desnudas e inocentes.
Por otra parte, el trueno
tronaba demasiado, era imposible
soportar sin horror esa estridencia,
aunque jam�s ocurr�a nada luego:
la lluvia se encargaba de borrar
el dibujo violento del rel�mpago
y el arco iris pon�a
un buc�lico fin a tanto estr�pito.
Lleg� tambi�n la guerra un mal verano.
Lleg� despu�s la paz, tras un invierno
todav�a peor.
Esa vez, sin embargo,
no devolvi� lo arrebatado el viento.
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Ni la lluvia pudo borrar
las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atr�s qued� definitivamente
muerto lo que fue muerto.
Por eso, y por m�s cosas,
recuerdo muchas veces a mi madre:
Cuando el viento
se adue�a de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja
un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y l�vida.
Cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carb�n y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las br�julas;
Y, sobre todo, cuando
la guerra ha comenzado,
lejos, nos dicen, y peque�a,
no hay por qu� preocuparse,
cubriendo de cad�veres m�nimos,
distantes territorios,
de cr�menes lejanos,
de hu�rfanos peque�os.